Fassi, mucho más que un rebelde con causa

El presidente de Talleres desnudó las falencias de la gestión de Tapia y logró el apoyo del poder político que, como dijo alguna vez, se necesita para instalar las SAD en la Argentina.

Andrés Fassi dijo lo que pensamos todos: que el fútbol argentino está mal organizado y que sus autoridades son incompetentes y/o deshonestas. Que es inviable un torneo con 28 equipos, que peor aún sería uno con 30 y que suprimir los descensos implicaría poco menos que una aberración. Que los partidos se digitan, desde la fecha en que se concretan hasta los arbitrajes que se designan. En suma: que el camino que deben transitar los clubes es pedregoso, opaco y sin un horizonte claro.

Pero la situación cobra otra dimensión cuando esos dardos contra “el producto” los lanza el presidente de un club que asegura estar dispuesto a patear el tablero para redefinir las reglas del juego.

Es que el mandamás de Talleres dijo bastante más que lo que queríamos escuchar –su versión del grave escándalo con el árbitro Andrés Merlos en zona de vestuarios, que incluyó denuncias de golpes de puño, amenazas y hasta de portación de armas de fuego-: en una conferencia de más de una hora y media, se olvidó por un rato del partido ante Boca y volvió a tocar aristas que suele tratar cuando habla sobre las Sociedades Anónimas Deportivas: el reparto del dinero por los derechos de televisión, el debate de dos días de toda “la familia del fútbol” y la necesidad de tener mejores estadios, mejores centros de entrenamientos y mejores inferiores.

«(Lo del arribo de las SAD a la Argentina) son decisiones que no van a pasar por la gente del fútbol. Se van a dar como en su momento se dio en Chile. O como se acaban de dar en Brasil: fue Bolsonaro, el presidente de la república, el que tomó la decisión de llevar una estructura de ley al Congreso. La aprobó el Congreso y le avisó a la Federación Brasileña de Fútbol. Yo creo que, en Argentina, el día que esto pase será una situación similar».

El que habla es Fassi, pero lo hace mucho antes de declararle abiertamente la guerra a Chiqui Tapia. Un año atrás, el presidente de la T decía que la única manera de que las Sociedades Anónimas arribaran al fútbol argentino era de la mano del poder político. Ese que, minutos después de su maratónica conferencia post eliminación de Copa Argentina, recibió de parte de Javier Milei, Mauricio Macri y Daniel Scioli.

Luego de definirse como “apolítico” y elogiar al presidente argentino, el dirigente cordobés ocupó un lugar que hasta ahora lucía vacío: se convirtió en el líder de la oposición al titular de AFA. Aun cuando haya jurado que no aspira a sentarse en el sillón de Viamonte.

Desde el discurso de la antipolítica, brindó una suerte de cadena nacional en la que, con su gran oratoria, desvió los señalamientos deportivos internos que lo acusan una vez más de desarmar el equipo antes de una instancia decisiva.

Parece dispuesto a todo. A diferencia de la vez que le dijo a Girotti que pidiera disculpas “a la Asociación del Fútbol Argentino y al Sr. Toviggino”, esta vez Talleres, por los intereses que sea –los del club, los del fútbol en general, los de Fassi en particular, los de los privados que quieren aterrizar en nuestra Liga-, inició una cruzada riesgosa. Porque enfrente tiene a un rival cuya cuestionada gestión incluye un Mundial, dos copas América y la conducción de un plantel que, por estas horas, la única duda que genera es si es o no la mejor de la historia.