Debutar en Alberdi

Cómo es pisar por primera vez el Gigante y sus alrededores. Andrés Mooney llevó a uno de sus sobrinos, hincha del “Pirata”, a experimentar el rito de iniciación de ir a la cancha.

Le dije que era el barrio del Clínicas, de la cervecería, de La Piojera. Le conté que fue ahí donde una Córdoba que a esta Córdoba le negaría el saludo mostró su costado más audaz. Le narré, también, que en ese Gigante uno que hoy se presume inmenso alguna vez hizo lo indecible por intentar, sin suerte, esconder su vergüenza.

Le hablé de casi todo y, con la sabiduría que da estar cursando 2° grado, optó por escucharme casi nada. Lo aburrieron las palabras Reforma y Universitaria y le causó gracia «Cordobazo».

Cuando ya se había cansado de la travesura de repetir las puteadas que en casa tiene vedadas y yo me había agotado de señalarle adónde debía mirar, qué tenía que cantar y qué convenía callar, ocurrió algo. En un momento, Vegetti llegó hasta el fondo como si fuera un punta de 18 años lanzado a la carrera y sacó un tiro cruzado que se fue lejos. Pero él, en vez de protestar como había hecho con todas las pelotas sin destino de gol, aplaudió; fue un aplauso ensayado en el momento exacto, que sin querer pero con una armonía pasmosa acompañó el «bien, Pablo, bien» del viejo de al lado que le hablaba a la radio.

Ahí, en ese instante mágico en el que lo vi reconocer la lucha, la solidaridad y la rebeldía antes que el resultado, comprendí que el tipo había entendido todo. Y eso que era su primera vez en Alberdi.