Con el prisma del barrio: el empeño de un virtuoso de mirada diferente

Diego “Gurí” García. El jugador de Racing de Nueva Italia es mucho más que un experimentado volante creativo. Hijo de papá periodista y mamá docente, tiene una sensibilidad social singular. Defiende a los clubes sociedades civiles y reclama un Estado presente. Es un emblema de Almirante Brown, fue campeón con Belgrano y su primer gol en Primera se lo hizo a su actual DT.

No tenía un año de vida cuando, por el trabajo de su papá, tuvo que abandonar su pueblo natal. Oscar “el Lobo” García armó sus valijas y las de su familia porque recibió un ofrecimiento del CDU: el Club Deportivo Urdinarrain. Desde entonces, desde ese temprano desarraigo de la ciudad entrerriana de La Paz, su hijo comprendió que el fútbol no era solo una gran pasión que lo iba a acompañar durante toda su vida, sino también un trabajo. Y que años más tarde él sería, además de un talentoso mediocampista, un trabajador.

Diego “el Gurí” García tuvo conciencia de clase desde la cuna. Porque su papá, además de “9” de área –a fines de los 70 y principios de los 80 jugó, entre otros clubes, en Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay, en el Club Atlético Libertad de Concordia y en Patronato, donde llegó a integrar la lista del Torneo Nacional-, fue empleado bancario, es periodista y relator de la campaña de Boca; porque Norma, su mamá –ya jubilada-, al igual que Andrea y Jimena, dos de sus tres hermanas, son docentes; y porque Marina, la más chica de los cuatro, es abogada.

Por esa sensibilidad social es que el volante de Racing de Nueva Italia se permite parar la pelota, levantar la cabeza y ver más allá de la medialuna rival. De ahí que, mucho más que el guadañazo de un rústico «5» de ascenso, le duele la crisis que le toca padecer al país.

“Me parte el alma la gente que no pueda llegar a fin de mes. Algunos lo podemos sobrellevar un poco mejor, porque por suerte tengo trabajo y les puedo dar de comer a mis hijos. Pero me preocupa la situación de mi familia, e intento acompañarlos en lo que puedan llegar a necesitar. Estoy claramente en desacuerdo con las políticas del Gobierno actual, pero es lo que la gente eligió: estamos en democracia y no hay nada más lindo que ese sistema que tanto nos costó. Ojalá que haya un Estado más presente y no deje a tanta gente desamparada”, le dice, reflexivo, el mediocampista académico a LA SAETA.

Sabe de trajinar porque aprendió a pelearla siendo un adolescente. Empezó a los 5 años en el club del pueblo (CAJU: Club Atlético Juventud Urdinarrain) y, a los 15, preparó el bolso como años antes lo había hecho su viejo.

“Empecé a jugar en Urdinarrain, que es donde jugaba mi papá. En esa época, en los clubes del pueblo les pagaban a los jugadores, (el fútbol) era un trabajo más, así que agarramos las cosas y nos fuimos para allá –recuerda quien le hizo su primer gol en Primera al que hoy es su DT: Juan Carlos Olave-. Y a los 15, después de una prueba en Gualeguaychú en la que 500 o 600 chicos estuvimos todo el día jugando, Juan Carlos Prycodko me llevó a Buenos Aires y empecé mi camino de inferiores. En diferentes contextos, estuve un año en Gimnasia y Esgrima La Plata, Newell’s y Lanús. Hasta que llegué a Quilmes, donde me pude asentar y debutar en Primera”.

Bastante antes de ese ansiado estreno profesional –el 27 de mayo de 2007, en el triunfo 3 a 2 del “Cervecero” ante Banfield-, “el Gurí” se curtió entre pensiones, carencias afectivas y, también, alimenticias. Sí, en “la Lepra”, confesó alguna vez que lo que extrañó fue un buen plato caliente: “Nos comprábamos la comida con mis compañeros. Teníamos un lugar para dormir, por suerte (sonrisa sarcástica), pero nos arreglábamos como podíamos. A veces comprábamos hamburguesas Paty y con eso zafábamos”, le dijo al periodista Pablo Zama, del blog voyconvosatodoslados.blogspot.com, dedicado a San Martín de San Juan.

Decir que desde la cuna mamó elementos que moldearon su identidad, no es ni más ni menos que narrar su historia. “El Gurí” nació el 21 de junio de 1986. Es decir, un día antes de Argentina-Inglaterra. Y ahí, en pleno Mundial de México, papá no dudó a la hora de proponer un nombre para su primer hijo varón. “Yo le quería poner Diego Armando, pero Norma no quiso y acordamos Diego Alejandro. Maradona venía de hacerle dos goles a Bélgica, ¡imagínate!”, larga, entre risas, quien cubre al “Xeneize” para las radios Cristal (Urdinarrain) y San Martín (La Paz).

Conforme avanzaron los años, el que se transformó en padre –y en futbolista y, fue dicho, en trabajador del fútbol- fue Diego Alejandro. Morena, de 16, primer matrimonio. Y Agustín, de 6, con su segunda y actual pareja. En ese rol de papá-jugador/asalariado, le tocó administrar las variables sacrificio, compromiso y pasión, y debió pagar un costo inevitable: pasar menos horas al lado de la persona más importante de su vida.

Durante siete años, “el Gurí” dejó Buenos Aires y paseó su fútbol por Mendoza, San Juan, Santa Fe, Tucumán, Chile y Santiago del Estero. Cuando en 2022 logró el campeonato y el ascenso con Belgrano, compartió en Instagram un mensaje dedicado a su hija: “Tus lagrimas son las mías. Muchos años sin poder disfrutarte, sin disfrutarnos, y que hayas estado presente en un momento así para mí lo es todo. Te amo, mi Morenita”. Hoy amplía: “Después de Quilmes y Argentinos, empecé a jugar mucho en el interior. Entonces, una gran parte de su vida la fuimos compartiendo de a ratos. Es muy difícil, pero hay que entender también que uno lo hace por ellos, los hijos”.

Flores de mi barrio
No nació en La Matanza, pero es un hijo adoptivo de San Justo. Porque en Almirante Brown, además de haber sido capitán, jugó más de 170 partidos. Y ahí, en esa institución que es un emblema de club popular, se enamoró de mucho más que de la “10” de “la Fragata”.

“En Almirante corre una mística que es impresionante. Te da mucho sentido pertenencia. (Isidro) Casanova es un club y un barrio popular, de gente necesitada, laburadora, que lucha día a día, y eso es lo que te da ese club: te hace revalidar esfuerzos para poder conseguir cosas. Eso fue lo que tanto me enamoró. Es un club que amo y voy a llevar siempre conmigo”, revela.

Ese romance y esa concepción del alcance de los clubes lo pone en la vereda opuesta de quienes pretenden abrirles las puertas a las sociedades anónimas deportivas: “No tengo dudas de que los clubes deben ser de los socios, por toda la ayuda social que brindan. Yo lo veo en Almirante: los comedores, la cantidad de chicos que van a entrenarse, los pibes que sacan de la calle. A veces se piensa que los clubes son de futbol y nada más. Y, en realidad, en cada club hay millones de historias de vida. Igual, no voy a negar que hay clubes privatizados y, si quieren dar esa opción, está perfecto. Pero no hay que imponer nada”.

―¿Hay “Gurí” hasta cuándo y hay Racing protagonista hasta dónde?
―Estamos para pelear bien arriba, sin dudas. Tenemos un buen plantel y estamos convencidos de lo que queremos. Tenemos que seguir construyendo, luchando. Es una categoría muy pareja pero creo que, si nos terminamos de afianzar, vamos a terminar peleando bien arriba. Y yo voy año a año. Por cómo me siento hoy, creo que me quedan un par de años más.